El bosque en silencio by Mónica Subietas

El bosque en silencio by Mónica Subietas

autor:Mónica Subietas
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Segunda Guerra Mundial, Suiza, suspense, amistad, Thriller, traición, Nazis, arte, Pintura, persecución, Legado, Caja de seguridad
ISBN: 9788419743046
editor: Roca Editorial de Libros
publicado: 2023-05-11T00:00:00+00:00


28

La oportunidad

La breve conversación telefónica con Julia había llegado justo a tiempo para que Max alumbrase la posibilidad de que Gottfried no durmiera en casa esa noche. Horas antes había conseguido la llave de su apartamento, y ahora esto.

Max y Julia se habían conocido cuando ella era bailarina y él un talento por descubrir que trabajaba pintando decorados en la Ópera de Zúrich. Eran tiempos de artisteo y ambos solían frecuentar la chimenea del Café Voltaire, al calor de la cual había nacido, décadas antes, el dadaísmo.

Perdieron el contacto durante unos años y se habían vuelto a encontrar en el Kafi Glück. Julia lo consideró una serendipia. Para entonces ella había cambiado las zapatillas de punta por unos zuecos de enfermera, y las raídas Adidas de él habían mutado en un modelo exclusivo de la misma marca, firmado por un diseñador japonés. Julia era la novia de Gottfried, y Max se había convertido en un cliente habitual del bar.

El pintor llevaba una media hora en el Glück cuando apareció Julia. Destemplada, le pidió un café a Valeria y le preguntó a Max por Gottfried. Él señaló el altillo.

—No está de buen humor. Le he dicho que deje de marear la perdiz y se case contigo —bromeó Max.

—Qué poco me quieres —le dijo Julia burlona.

La conversación se alargó unos minutos, a pesar de que Max sabía que ella estaba más pendiente del altillo que de cualquier cosa que él pudiera decir. Hasta que Julia dejó su plumas y su gorro en un taburete junto a él y subió a reunirse con Gottfried, aunque no estuvo mucho rato con él. Cuando regresó junto a Max, él supo inmediatamente que no había ido bien. La cara de Julia lo decía todo, aun así le preguntó, con la boca medio llena:

—¿Todo aclarado?

—Qué va. Si te cuento lo que me ha dicho, alucinas. Pero hoy estoy demasiado cansada para sus paranoias. Y me duele la cabeza. Así que mejor me voy a casa.

—Paciencia —dijo él, aunque sabía que era mucho pedir.

—Claro. Hasta que se me acabe —replicó ella mientras se ponía el gorro.

—No te enfades, Julia. No merece la pena. Ya sabes cómo es. Volverá con la cabeza gacha.

—No estoy enfadada, solo creo que me falta información. Pero ya se la sacaré.

—De eso no tengo ninguna duda —dijo Max—. Siempre has sabido manejar a Gott. Desde el principio. Por eso eres la única persona a la que respeta de verdad.

Max quería animarla, y para lograrlo se le ocurrió rescatar la broma de la convivencia:

—Quizá por eso hacéis tan buena pareja. No entiendo por qué no vivís juntos —añadió.

—Max, no quiero vivir con Gottfried. Le quiero, pero no quiero vivir con él. Me gusta llegar a casa y no tener más obligaciones que las mías. Además, ya te he dicho antes que está muy raro últimamente. Me acaba de contar una milonga.

Viendo cómo su suerte se esfumaba, quiso confirmarlo o desmentirlo con una última pregunta:

—Entonces, esta noche ¿cada uno en su casa?

La respuesta de Julia y su mirada pícara le devolvieron la esperanza.



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